sábado, 16 de marzo de 2013

Aviso a los lectores.

¡Hola a todos! Aquí Kotori al habla.
Solo quería avisarles a todos que tengo otro blog en el que también subo historias (para que lo visiten):
http://queridomund.blogspot.com.es/ 

¡Hasta la próxima!

domingo, 24 de junio de 2012

Final no; sino nuevo comienzo.

Estábamos tan enamorados el uno del otro que nos casamos muy jóvenes. Después de varios años casados nos olvidamos de los sentimientos que habían hecho que nos casásemos; y todo se volvió igual.
Levantarnos a las 7:30, despertar a nuestra hija Julia a las 8:00 prepararle el desayuno y llevarla a la escuela; después irnos a trabajar y recoger a Julia a las 15:15 después de que comiera en el comedor.
Siempre lo mismo, tanto que ya no tenías que pensar que tenias que hacer, poco a poco todos nos fuimos cansado de la rutina e intentamos desconectar yéndonos de vacaciones unos día a la Warner de Madrid.
Nos lo pasamos maravillosamente, y cuando llegaba el final del viaje; nadie quería volver porque sabíamos que todo volvería a ser igual. Pero aun así tuvimos que volver.
Cuando regresamos a nuestra casa vimos que había habido un incendio en ella; habíamos perdido todo lo que no nos llevamos al viaje.
-Este es el final-dije perdiendo todas las fuerzas al ver lo que una vez había sido mi casa, donde tenía todos mis recuerdos felices de mi familia.
-Este no es el final, cariño- me dijo Jose, mi marido, poniéndome una mano en el hombro- Es solo un nuevo comienzo.
-Si, mami-me dijo Julia abrazándome-Vamos a empezar desde el principio y ser tan felices como en el parque ¿vale?
 -Tenéis razón, eso haremos- les dije sintiéndome reconfortada por su apoyo.-Volveremos a empezar y ha crear una vida en la que todos los días sean diferentes y divertidos.
Y así lo hicimos. No puedo decir que no nos costó, pero lo logramos y ahora todos los días son divertidos. Jose y yo recuperamos esos sentimientos tan importares que habíamos olvidado y nunca los volvimos a olvidar.
Porque para ser feliz esos importantes sentimientos son lo mas necesario, hay que intentar que la vida no se vuelva monótona.


PD: Agradecería mucho que comentaseis que os pareció.

domingo, 22 de abril de 2012

¡Hola a todos! Llevamos un tiempo con este blog, pero casi nadie lo conoce y los que lo leen son muy pocos. Espero que quienes leáis el blog, os unáis a los seguidores y lo difundáis a la gente que podáis. Estaremos encantados de que comentéis y nos aconsejéis sobre las historias que escribimos. Gracias por todo y que paséis un buen fin de semana :)

viernes, 20 de abril de 2012

Capítulo 3.

Salí de mis ensoñaciones cuando me dí cuenta de que alguien me miraba fijamente desde uno de los callejones que había en la calle por la que estaba pasando en esos momentos. Miré a esa persona y volví a ver esos ojos color escarlata que había visto dos días atrás. 
"¿No puede ser cierto verdad? ¿Es otro de mis sueños raros a que si?"
Pestañeé varias veces y volví a mirar hacia el lugar donde había visto esos ojos escarlata que... ¡ahora no estaban! Si es que ya sabia yo que estaba imaginando cosas. Seguro que todo era por culpa del reencuentro con Germán. 
Seguí caminando hasta el polideportivo Santa Maria para jugar el partido de dobles que había organizado Sara (mi amiga de la infancia).
"Como se le haya olvidado buscar a las parejas..." 
Llegué diez minutos antes de tiempo como siempre. Aun no había nadie en las pistas así que saqué mis cascos y me pongo a escuchar musica.

"¡Pero que...! Esta canción es... ¡No, no pienses en ello!"


Demasiado tarde ya había recordado la primera vez que había escuchado la canción...


---Hace 6 años---
"Era el primer día de universidad y estaba muy nerviosa, tanto que me tropecé a la entrada de mi primera clase del día. Empecé a recoger todas las horas que se me habían caído cuando una mano amiga salió a mi rescate. Miré hacia donde venia la mano y me enamoré a primera vista. Durante toda la tarde de ese día estuve pensando en él. Era tan guapo.... Sería genial poder ser su novia algún día...
Cogí mi ordenador y me puse a escuchar música, media hora después encontré esta canción y la relacioné con mis sentimientos... También me la puse en el móvil"

Y ahora me disponía a borrar esa canción que ya no tenia ningún sentido para mi. 

-¡Eva!- Me llamó la voz de Sara que me sacó de mis recuerdos. 
-¡Sara!- la saludé y luego miré el reloj llegaba cinco minutos tarde como siempre. -¿Y donde están nuestras parejas del dobles? 
-Mira, vienen por allí- señaló hacia la entrada del polideportivo, allí se encontraban el novio de Sara y un amigo de este, seguramente... -¿Que te parece? ¿Te gusta la pareja que te he gustado?
-No lo sabré hasta que no lo vea jugar.-"¿Como si fuera posible juzgarlo solo por su forma de vestir, desde luego Sara tenia cosas..."
-Me refiero a si crees que te gustaría como novio. Es muy guapo y está soltero lo he comprobado. Además es una persona muy confiable. Jorge me lo ha dicho.

Jorge era el novio de Sara.


-¿Y crees que solo por eso me va a gustar? ¿Que por que sea guapo me va a gustar? Pues no, y Sara tu ya tendrías que saber que yo no soy así.
-Vale, vale. No te enfades. ¿Que te parece si después del partido salimos los cuatro y así lo conoces un poco? Quien sabe, puede que después hasta me lo agradezcas...-Me muestra una gran sonrisa de "Yo no he hecho nada malo"
-Sara...-Digo entre dientes. "Ya veras que después del partido ni siquiera vas a bromear mas sobre estas cosas conmigo"
-Eva, este es Daniel. Daniel ella es Eva.-Me ofrece una mano y yo se la agarro.
-Encantada Daniel.
-Encantado, pero puedes llamarme simplemente Dani.
-Vale, bueno... ¿Empezamos a calentar?-Los demas asintieron con la cabeza.

Dani y yo nos pusimos en un lado de la pista, Sara y Jorge en el otro.


-¿Tu sabes jugar?
-Si no supiera crees que habría venido.
-Vale, vale... Entonces vamos a ganarles ¿ok?-Dani asintió con la cabeza y sonrió con una sonrisa muy linda.

  "Me pregunto como será Dani... espero que se quite la gorra después del partido y así pueda     verle la cara..."

Capítulo 3

Miré la hora. Faltaban dos minutos para las nueve. Volví a echarme un último vistazo en el espejo. Últimamente no había comido demasiado y eso se me notaba, mis facciones eran más finas y casi podía seguir las líneas que dibujaban mis costillas. Mi cara estaba pálida y se me veía cansada a pesar de que no hacía mucho que había estado sumergida en un baño de agua caliente. Retiré la vista del espejo y me decidí a salir de la habitación.
Estaba nerviosa y muy emocionada. Me sentía agradecida con Margarita y David. No sabía que esperaban de mi y si les decepcionaría. No sabía como dirigirme hacia ellos: ¿Les decía mamá y papá? ¿O les llamaba por su nombre? No tardé en saberlo... Por el pasillo se podía respirar un dulce aroma que indicaba que la hora de la cena ya había llegado. Seguí caminando hasta el lugar de donde provenía ese olor, hasta llegar a lo que debía ser la cocina. Allí me encontré con Margarita, la cual me saludó y me invitó a pasar con un amable gesto. No me lo pensé, pues sentía que con ella podía tener confianza. Me situé a su lado y por segunda vez volví a escuchar su voz.
Esta vez me preguntó si tenía hambre y yo le respondí que muchiiisima.  Desde que pasó todo no recordaba haber comido bien ni una sola vez. Ella sonrió al oír mi respuesta y me dio a probar un poquito de lo que estaba cocinando. He de decir  que jamás había probado algo así. Me moría de ganas por cenar. Le pregunté si podía ayudarla para que acabara antes. Ella me respondió que sí, con un gesto me indicó donde se encontraban los platos y los cubiertos y me pidió que los sacara. Pacientemente observaba como ella colocaba la cena sobre los platos. Al acabar me sonrió, dándome a entender que ya había llegado la hora de probar bocado. Ella cogió dos platos y yo uno juntos los tenedores y servilletas. Como era verano me explicó que esa noche cenaríamos en el jardín, donde nos esperaba David. Al acercarnos pude dislumbrar su silueta. Sin duda era un hombre alto. Margarita me pidió que corriera la puerta que nos separaba.
-Mi vida, ya tenemos aquí a nuestra pequeña- dijo Margarita.
En ese momento a él se le iluminó la cara. Cogió el plato que sostenía entre mis manos y lo dejó encima de la mesa. Acto seguido me dio un beso en la frente y me abrazó. Al soltarme me invitó a que tomara asiento en una de las sillas que había alrededor de la mesa. Estaba cara a cara frente a mi nuevos padres, lo cual me provocaba una sensación extraña...
Definitivamente David era alto, muy alto. Su piel estaba bronceada. Su pelo era castaño y lo llevaba completamente alborotado. Me recordaba a un personaje de una película que había visto con mi antigua madre, antes de que esta muriese... Esa película de vampiros tan cursi que yo nunca acababa de entender... Crepúsculo, si no recuerdo mal... Sus ojos eran totalmente negros. Estos me miraban con curiosidad. Tenía unos pómulos bien marcados y una sonrisa preciosa.
-Adelante, no seas tímida-me dijo- come todo lo que quieras. Soy David, pero no me llames por mi nombre, me gustaría que me llamarás papá.
Sonreí. Que feliz era en ese momento. Esa cena fue muy agradable. Hablamos de miles de cosas: de lo que nos gustaba, de lo que no, de nuestras vidas, de deporte, de cine... y de música.
Aún sigo agradeciéndoles que me hicieran todos esos regalos y que se portaran tan bien conmigo. Al terminar de cenar recogimos la mesa, y los tres cogidos de la mano nos dirigimos hacia una nueva habitación. Ante mi sorpresa aquella sala estaba llena de instrumentos musicales. Un gran piano de cola se mostraba majestuoso en medio de la estancia. Margarita se sentó en la banqueta que había delante de él y David se apresuró a sacar su preciado violín. Su madera barnizada de color era realmente singular y única. No recuerdo haber visto uno igual que el de él. Con un gesto me indicó que tomara asiento y ellos comenzaron a tocar. Allí me quedé, absorta en su triste melodía. Veía sus cuerpos moverse rítmicamente al compás de su música. Hasta que llegaron al final... No sé cuanto tiempo pudo transcurrir mientras tocaban. No sabría decir que fue lo que aquella noche interpretaron para mí. Solo sé que me dejaron fascinada con el sonido embrujado de aquellos instrumentos. Me miraron complacidos mientras se acercaban a mí.
-Pequeña, ¿Te ha gustado?
Respondí que sí con un movimiento de cabeza acompañado por una sonrisa. Ellos dos se miraron y también sonrieron. Margarita se sentó a mi lado mientras David se disponía a coger un estuche. Al acercarse, Margarita me susurró:
-Seguro que esto también te gusta.
Con delicadeza David abrió el estuche que sostenía en sus manos y sacó de él un violín diferente. Me quedé observándolo unos instantes. Al igual que el de David era un violín precioso. Estaba barnizado con un color beige clarísimo. Me quedé hipnotizada con los detalles que tenía grabados. No sabía que decir... ni que hacer...
-Tenlo entre tus manos pequeña. A partir de hoy es todo tuyo si tú quieres.
No pude rechazarlo. Algo de él me llamaba, algo de él me atraía...
Ese verano fue uno de los mejores de mi vida. Recuerdo el sonido del chelo mientras jugaba en el jardín... el sabor del pan con chocolate de la merienda... el olor a rosas que inundaba toda la casa... También cuando padre me enseñaba a hacer reír y llorar a mi violín... ¡Esos días eran maravillosos! Sin embargo ahora el tiempo se ha ido, ya es demasiado tarde. Dejé escapar lo que ahora me hace estar triste. Me arrepiento, siento que me muero. Ya nada vale la pena... por mucho que lo intente ya no puedo retroceder hacia atrás...

domingo, 8 de abril de 2012

El cazador

El cazador acechaba desde la oscuridad a su presa.
Hacía tiempo que la busca, pero hasta ese momento no había dado con ella. Por fin había encontrado a la mujer que le había destruido la vida hacía un año.
El cazador miraba hacia la ventana con luz, la única que había en la habitación. Esperó hasta que la luz desapareció, minutos después estaba entrando en la casa sin hacer el menor ruido. En ese momento escuchó un llanto procedente de la habitación que momentos antes estaba iluminada, y se dirigió hacia esta.
Abrió la puerta con mucho cuidado y se dio cuenta de que en esta había una cama de matrimonio y al lado una cuna.
La mujer que le había arruinado la vida no estaba en ella asi que se decidió a entrar. En cuanto lo hizo se dio cuenta de que la mujer a la que había odiado durante tantos años se encontraba en el suelo, muerta. Al lado del cadáver había un frasquito. El cazador se agachó y descubrió que el frasco aun contenía una sustancia. Era cianuro.
El cazador se acercó a la cuna y sintió pena por la pobre criatura que se encontraba en ella llorando. Era un bebe, que tendría poco mas de un año.
No, no podría ser su hijo ¿Verdad?
Esa mujer nunca le había dicho nada sobre él así que el cazador meditó sobre esta duda durante un buen rato. Después de pensarlo mucho decidió buscar alguna evidencia de que era su hijo, y al acercarse a una de las cómodas vio una nota en la que ponía: 
"Si, esta es nuestra hija Miranda, David. Te he visto desde la ventana y ahora te encargo el cuidado de nuestra hija. Pero antes de pensar en dejarla por favor piensa en ella como únicamente tu hija, porque se que yo te hice mucho daño en el pasado. 
                                                     Atentamente Susan."

Así que en realidad esta era nuestra hija... Miranda 
La miré a los ojos pensando en que debería hacer y decidí que la cuidaría, y la protegería como había intentado con Susan.  

martes, 27 de marzo de 2012

El error de Sam

                                  

Soy Sam. O al menos, así me llaman. Es sólo un nombre, una apariencia. A veces me paro a reflexionar y siento un vacío. Quizá sea por lo solo que me siento. Es como si estuviera encerrado en una habitación oscura con muros indestructibles. Lo único que me alienta es conseguir algún que otro logro de vez en cuando y tocar la guitarra. Con ella, puedo expresar lo que siento mediante acordes o punteos. Es lo único que se me da bien. Siempre he sido el último en todo excepto en eso. Ahora estoy solo de verdad, no como siempre, sino sin nadie a mi alrededor. Poco a poco me he ido buscando la soledad. La gente no se me ha dado bien y he querido alejarme de ella. Ahora sé que estaba equivocado. Quiero a gente a mi lado.                
                Nunca me ha agradado estar rodeado de desconocidos que observan todos mis movimientos, pero ahora es diferente. Todo ha cambiado. Antes, cuando me sentía frustrado me alejaba de todo el mundo. Creía que en el silencio y en mi interior encontraría la respuesta a todo. Pero era un error demasiado grande para darme cuenta de que lo cometía. Necesitas personas a tu alrededor. Ahora sé que estar solo no es agradable. Me he aislado de los demás creyendo que ellos me ignoraban, cuando he sido yo el que lo ha hecho. Pero ya no hay vuelta atrás. Siento como poco a poco van pasando los días. Y yo, mientras tanto he ido envejeciendo en estos tres años. No sólo exteriormente, sino también interiormente, ya que he madurado más. He esperado que alguien viniera a por mí. He soñado que salía de este sitio en el que estoy atrapado. No hablo de un sitio ficticio creado por mi imaginación, sino de esta isla en la que llevo un tiempo precioso de vida. Llevo aquí demasiado. Todos los días me acuerdo de Verónica. Ella es la única persona con la que me siento bien. Estoy enamorado de ella. Tanto que la simple idea de que no voy a poder verla nunca más hace que en mi corazón se forme un nudo tan fuerte que me oprime el pecho y me dificulta la respiración. Ojalá le hubiera dicho lo que siento por ella antes de llegar aquí. Pero he sido demasiado tímido para contarle mis sentimientos. Ella era mi amiga y si le hubiera dicho que me gustaba quizá se hubiera reído en mi cara y me hubiera dicho que yo no era nadie. Pero no, ya no iba a consentir creerme inferior que otras personas. Ya estaba harto de cómo me había aislado del mundo. Si salía algún día de esa isla no iba a volver a intentar pasar desapercibido y a mirar al suelo creyéndome poca cosa. Iba a mirar a los ojos a todos y a dejar de aislarme. Iba a decirle a Verónica que cada vez que la miraba sentía que el corazón se me salía del pecho. Quizá suene cursi pero me da igual. Se lo iba a decir a los ojos y si me menospreciaba, entonces sabría que yo puedo aspirar a alguien mejor, porque cualquier persona que infravalore a otra no merece la atención de esta. De todas formas, yo sabía que Verónica nunca se hubiera reído de mí, pero el pánico que me producía pensar en mostrar mi amor hacia ella, me hacía pensar cosas disparatadas.
                Esta isla es grande. Lo único que he explorado de ella son dos cocoteros, densa vegetación, algunos árboles frutales y un riachuelo. No he ido más allá. Aparte sólo estoy yo. Llegué aquí con diez años y ya tengo trece. Tendría que estar en clase a estas horas, pero estoy aquí, solo, reflexionando sobre lo que hacer. Nunca pasan barcos cerca de aquí. Este lugar es considerado un sitio peligroso, pero para mí sólo es un montón de tierra rodeado de agua. La gente dice que en esta zona pasan cosas terribles, y si con ello se refieren a que te puedes quedar solo en este sitio abandonado durante años sin ver a los que quieres, están en lo cierto. No le desearía esto ni a mi peor enemigo.
                Llegué aquí por un impulso. Era un día soleado del verano de hace tres años. Montaba en lancha con mis padres y le pedí la llave de la lancha a mi padre. Entonces, con unas provisiones secretas, un mapa y mis objetos más preciados, (metidos en la lancha aquel mismo día) metí la llave en el agujero, la giré y, dejando a mis padres en tierra, partí hacia esta zona, “El Triángulo De Las Bermudas”. Dicen que por aquí han visto a un monstruo y que  pasan cosas raras, como he dicho antes. Me vine aquí, sabiendo que nadie me seguiría por los peligros de la zona. Si hubiera pensado lo que estaba haciendo con más detenimiento, seguro que no lo habría hecho. Ojalá alguien me llevara a casa. La lancha está hundida en el fondo del mar. Al llegar aquí, naufragué, y por poco si muero. Por suerte, encontré esta isla. Nunca la he explorado entera. Me ha dado miedo alejarme de la playa y de la zona que la rodea. Creo que está deshabitada, pero a lo mejor hay alguien que vive aquí. Sea lo que sea, hoy lo voy a descubrir. Voy a explorar todo el terreno, porque mi salvación podría estar en el interior de la isla. Puede que haya personas y que tengan algo para que pueda escapar de aquí. Pase lo que pase, espero que si aquí viven personas, no sean caníbales y me ayuden a volver a mi casa.
                Llevo caminando bastante rato y de momento sólo he visto algunos árboles y arbustos y una prolongación del riachuelo que había cerca de la playa. Por si acaso me pierdo, llevo conmigo mis provisiones y todos mis objetos personales, ya que esta isla parece demasiado extensa. Creía que era más pequeña o, al menos eso me parecía. Las piernas me están empezando a temblar y creo que me estoy mareando, pero ahora no puedo parar, me parece que se mueve algo en los arbustos que he dejado atrás. Voy a seguir, al menos hasta que esté seguro de que he dejado a lo que quiera que haya en el arbusto muy lejos. Pero, no puedo más…cada vez las piernas me flojean más y…siento que…me desmayo.
                Acabo de despertar de mi estado inconsciente y me encuentro en un lugar oscuro. Me parece que es una cueva, pero sea lo que sea, estoy demasiado débil para comprobarlo. Casi no puedo mover las piernas. Si pudiera, ahora mismo saldría corriendo, antes de que lo que me haya traído aquí aparezca. Espero que no esté en este lugar como aperitivo de un animal peligroso o de unos caníbales. Sólo me queda pensar en positivo como he hecho estos últimos años.
                Creo que una luz viene de la entrada de la cueva. Voy a intentar incorporarme, a ver si logro ver lo que hay ahí, para saber si debo esconderme o quedarme. Parece una persona, sí, es una persona, y que yo sepa no es que tenga mucha pinta de caníbal, así que puede que por fin consiga salir de esta isla.
                La persona se está acercando, ahora puedo ver que su ropa es vieja y marrón. Lleva puesta una chaqueta que le cubre casi todo el cuerpo y sólo deja ver sus zapatos, que son unas botas de montaña marrones. Lleva un sombrero con la concha del camino de Santiago y un bastón. Su cara está llena de arrugas y está poblada por una densa barba gris, que parece enmarañada. Su pelo también es de un tono grisáceo y parece bastante descuidado. El hombre anciano se está acercando aquí, pero no tengo miedo, una sensación buena invade mi corazón. Tengo un buen presentimiento.
                El hombre está sentándose en una silla que está cerca del lecho donde descanso. No me había fijado antes, quizá por mi vista cansada, pero esta habitación está llena de muebles. El hombre me está preguntando acerca de mi estado:
-       -  ¿Cómo te encuentras chaval?
-      -  Bien.
-      -  Menos mal. Creía que estabas más grave.
-      - ¿Por qué?
-       - Llevas dos horas ahí tumbado y no presentabas signo de mejora.
-      -  ¿Quién es usted y por qué me ha traído aquí?
-       - Esa pregunta te iba a hacer yo ahora mismo.
-       - Sí, sí, pero primero responda usted.
-       - Soy David González, un ermitaño que lleva aquí toda su vida. Te he traído aquí porque estaba recogiendo fruta cuando vi que te desvaneciste. Entonces me asombré de verte aquí, en esta isla. Llevo aquí mucho tiempo y nunca he visto a nadie. Vi que estabas muy débil, y te traje a mi casa para que cogieras fuerzas.
-       - Ah, pues gracias por todo.
-       - De nada chico. Ahora responde tú a la pregunta.
-       - Soy Sam. Llevo aquí tres años, desde que me fugué de casa en la lancha de mis padres. Vine aquí porque dicen que es un lugar peligroso, y pensé que podría estar solo, ya que la gente nunca me ha agradado. Siempre he estado incómodo cuando ha habido gente a mi alrededor.
-       - Te entiendo perfectamente. En realidad, no llevo aquí toda mi vida, sólo desde los doce años. Vine por el mismo motivo que tú. Siempre me he sentido diferente e inferior, y pensé que estar solo era la solución.
-       - Sí, pero hace tiempo me di cuenta de mi gran error, pero ya era demasiado tarde, la lancha se había hundido y yo no tenía medios para volver. Por eso pensé en explorar entera la isla, por si encontraba a alguien que pudiera ayudarme.
-       - Entiendo. Pero yo no sé que puedo hacer para ayudarte. No tengo malas intenciones, pero  soy un inútil.
-    - Eso pensaba yo antes, que era un inútil, pero si piensas así sólo conseguirás sentirte mal. Estar aquí solo me ha ayudado a reflexionar y he visto las cosas claras.
-       - Llevas razón pero mi barca está rota y nunca he sabido arreglarla.
-      -  ¿Tienes herramientas?
-       - Tengo un martillo hecho con una piedra atada a un palo y algunos clavos. Iban en la reserva de emergencia de la barca.
-      -  Eso bastará para salir de aquí.
-      -  Sí, pero primero tómate esta sopa para que recobres fuerzas.
-      -  Vale, muchas gracias.
                Me he tomado la sopa con gana. Hacía tres años que no probaba algo tan bueno y caliente. Ahora he descansado toda la noche y David y yo, vamos a empezar a arreglar la barca. Por fin sale un rayo de luz en medio de la oscuridad. David ha ido a buscar su barca, ya que hace cuarenta años que está tirada en la otra parte de la isla y David dice que ya casi no se acuerda de donde está.
                Estoy viendo una sombra a lo lejos, es él, David, se está acercando hasta mí, a una velocidad impresionante para su edad.
-       - ¿Qué sucede?
-      -  El barco está encallado en una roca, pero está bien, sólo tiene un agujero en la parte delantera y está lleno de polvo y suciedad.
-     -   Bueno, podría ser peor.
-       - Sí, claro…podría…ser…peor –dice intentando retomar aire.
-       - Entonces, ¿qué hago ahora?
-       - Ve a mi cueva a por el martillo y los clavos. Yo voy a intentar buscar madera para el barco. Hay que recubrirlo entero. El material del barco está estropeado por llevar tanto tiempo encallado y sin usarse.
-      -  Vale, pues nos vemos ahora.
                David y yo estamos dispuestos a arreglar ese barco. Me parece increíble que con David hable sin timidez y con confianza. Se ve que cuando uno necesita ayuda, por muy tímido que sea la pide.
                Me acabo de encontrar a David y dice que ya ha conseguido hallar madera. Entre sus herramientas había un hacha y se ha dedicado a talar árboles para conseguirla. Estamos listos. Esto nos llevará dos o tres meses, pero lo vamos a conseguir.
                Han pasado treinta días y ya hemos terminado de arreglar el barco. Me ha parecido asombrosa la velocidad a la que hemos trabajado. Ha sido como si en vez de dos fuéramos diez hombres. Ahora el barco está reparado  y podemos volver por fin a casa. Me parece mentira.
                David y yo estamos subiendo al barco las últimas provisiones y mis objetos personales. Hemos trasladado la casa de David al barco o, al menos todo lo que había en ella. Ya nos hemos subido los dos al navío. Nos hemos despedido de esta isla, que nos acogió bien durante nuestra estancia y que nos permitió sobrevivir y reflexionar acerca de la vida. Estoy emocionado. Creía que nunca iba a volver a ver a mis padres ni a Verónica, pero voy a volver con ellos. Por fin, después de tanto tiempo. No hago más que pensar en mi familia. Siento que Verónica estará entre mis brazos muy pronto, y esa idea me llena de fuerza y satisfacción. David me empieza a hablar:
-       - Vamos a tardar unos cuatro días en volver a España, pero lo vamos a conseguir.
-       - Seguro que sí. Por fin voy a volver con mi familia.
-       - Sí, y yo con mis padres y hermanos.
                En estos momentos ya hemos salido de la isla y llevamos dos horas de navegación. El viento va a nuestro favor, por lo que parece que llegaremos antes de lo previsto.

                Ya han pasado tres días, en los que hemos hecho las mismas cosas repetidamente: levantarnos, desayunar, vigilar la ruta, limpiar el barco y la cubierta, comer, navegar y preparar las velas, pasar la tarde con algún que otro entretenimiento, cenar y dormir. Estamos viendo tierra desde el barco y parece que es España. Sea la tierra que sea, habremos llegado en unos minutos.
-      -  ¡Tierra a la vista!
-      -  Sí, por fin.
-      -  Sam, cuando lleguemos nuestros caminos se separarán. ¿Tú, donde vivías?
-      -  En Granada capital. ¿Y tú?
-       - En Santiago de Compostela.
-      -  Ya, entonces, ¿cómo llego a Granada?
-      -  Tengo algo de dinero, el suficiente para que ambos cojamos un tren de vuelta a casa.
-       - No sabes cómo te agradezco lo que has hecho por mí.
-      -  Ha sido un placer. Ha sido agradable hablar con alguien después de cuarenta años.
-      -  Lo mismo digo, pero después de tres años.
-      -  Bueno Sam, mucha suerte, te deseo mucha felicidad en la vida.
-      -  Lo mismo te digo, que seas feliz, pero nunca te olvides de mí.
-     -   Nunca lo haría.
                Después de estas palabras David y yo nos hemos dado un abrazo que parecía eterno por la felicidad y la emoción con la que ha sido llevado a cabo. En estos momentos estamos bajando del barco las provisiones y demás. Nos encontramos en Algeciras. Cuando acabemos de descargar las maletas, vamos a dirigirnos a la estación de tren para coger uno de vuelta a casa. Aunque David podría ir en su barco hasta el norte de España, prefiere coger un tren, ya que está demasiado harto de su barca.
-      -  Adiós Sam, cuídate.
-      -  Adiós…
                David se ha marchado hacia su tren y yo entro en estos momentos en el mío. Me ha dado su dirección y yo a él le he dado la mía o,  por lo menos la que tenía antes. El tren llegará a Granada en cuatro horas. Creo que mientras me voy a dormir, para evitar que la espera se me haga larga.
                Me acabo de despertar y vamos a llegar en unos segundos a Granada. Ya está, estoy aquí. Me estoy bajando del tren a toda velocidad y voy como una flecha hacia mi casa. Llegaré en diez minutos o menos.
                Ya estoy llegando, voy a llamar al timbre.
-      -  ¡Ding Dong!
-       - ¿Quién es?
-       - ¿Es la casa de los Gómez?
-       - Sí, ¿quién es?
-       - Soy Sam.
-      -  Perdone, pero no tiene gracia. Sam desapareció hace tres años.
-      -  ¡Que soy yo!
-      -  Demuéstrelo.
-       - Me escapé en la lancha de papá dejándoos en tierra.
-     -   ¡¿Sam?!
                Mamá baja a toda prisa por la escalera y yo subo corriendo. Nos estamos dando un abrazo desde hace cinco minutos y es tan fuerte que compensa estos tres años perdidos.
-       - Siento haberme ido, cometí un gran error.
-      -  No importa, olvídate del pasado. ¡Has vuelto!
-       - Sí.
-       - ¿Dónde has estado estos tres años?
-       - En una isla en la que naufragué, a tres días en barco desde Algeciras.
-       - ¿Cómo has podido volver?
-      -  Encontré a otro náufrago en la isla y reparamos su barca. Después, cuando llegamos a Algeciras él se fue en un tren a Santiago de Compostela y yo cogí otro de vuelta a Granada con su dinero. Le debo un gran favor. Me salvó la vida en la isla.
-       - Bueno, vamos a  ver a tu padre. Le va a dar mucha alegría de verte. Desde que te fuiste nunca hemos perdido la esperanza de que volverías. Te hemos buscado por todas partes. Y Verónica nos ha ayudado muchísimo.
-      -  ¿Verónica?
-       - Sí. Cuando he pronunciado su nombre te han brillado los ojos. ¿Eh?
-       - Sí, bueno…yo…
-      -  Venga ya…sube a casa hijo mío.
-       - Vale, mamá.
                En ese instante subimos a casa y vi a papá, que en cuanto me vio casi no me reconoció, porque según él, había crecido y había dejado de ser un niño. Estaba tan contento de haber vuelto que no dejé de sonreír. Aquel mismo día por la tarde, mi madre llamó a Verónica. Y en cuanto esta entró por la puerta y me vio, no sólo me abrazó, casi me asfixia, como mi madre cuando me vio. Ahora voy a decirle lo que debería haberle dicho hace tiempo.
-      -  Verónica, yo…quiero decirte que…estoy enamorado de ti… y que, si tú también.
-      -  Yo, es decir, a mí, me gustas tú, temía que no volvieras, sólo de pensarlo me entraba fatiga y se me hacía un nudo en la garganta.
-      -  A mí me pasaba lo mismo, no he dejado de pensar en ti estos tres años… ¿quieres ser mi novia?
-     -   Yo…sí, claro.
                Entonces me acerqué a ella y ella a mí…y nos dimos un beso, que aunque duró segundos, pareció eterno. Desde entonces todo cambió. Hice muchos amigos y formé una banda de música, que me permitió expresar los sentimientos que a veces tanto cuesta decir con palabras.
               
                Con esta historia quiero deciros a todos, que las personas a las que quieres llenan un vacío que no llena otra cosa y que por muy diferentes que os sintáis, nadie es superior que vosotros. Todos somos iguales y alejarse de los demás no nos hace mejores, porque los problemas hay que afrontarlos. Sed felices y apreciad lo que poseéis, porque sólo nos damos cuenta de lo que tenemos cuando por algún motivo lo perdemos.

lunes, 27 de febrero de 2012

Capítulo 2.

Era él... Germán... Mi primer amor.
Actué como si no lo conociera de antes. 

-Encantada de conocerte- Le dije y me despedí de Jose Luis -Sígueme, te llevaré a mi tutoría y te contaré el horario.


Nos alejamos de Jose Luis, ya eran las ocho y cinco.

-Eva, no tienes que fingir que no me conoces. ¿Lo sabes verdad?
-Es que yo no te conozco Germán.
-Y sigues con la falsa...
-¿Y que quieres que haga?- Exploté girándome hacia él- ¿Que te pregunte como has estado este último año y si sigues con tu novia? Ya sabes que yo no puedo así que haz como si nos acabásemos de conocer.- Me volví hacia mi tutoría, y entré.


Germán me hizo caso y actuó como si nos acabásemos de conocer. Fue por esta misma razón por la que no conseguí centrarme del todo. 


-Chicos tenemos que hablar seriamente.- Era quinta hora y tenia tutoría con mi clase. -Sandra, Elena venid aqui por favor.-Las chicas se aproximaron.-¿Por qué os queríais pelear ayer?-Se quedaron calladas.-¿No me lo queréis decir? ¿Es que queréis que llame a vuestros padres y que os lo pregunten ellos? Ya sabéis que yo no soy de las que hablan por hablar.
-¿Por qué se mete en nuestra vida?-Preguntó Sandra.-¿Por qué no nos deja en paz?
-Me meto en vuestra vida porque me preocupo por vosotras. Sois de mi tutoría, pero antes de nada sois mis alumnas.-Elena estaba empezando a llorar.
-Seño, ayer no... nosotras nos peleábamos porque mi novio había cortado con ella para salir conmigo.-Dijo Elena entre sollozos.
-¿Y no te iba a sacar de la pelea? ¿Iba a dejar que peleases? Dime su nombre, tenemos que solucionar este asunto.-Elena negó con la cabeza, y se veía que Sandra no estaba dispuesta a colaborar.- Elena, sabes que quiero ayudarte ¿verdad?
-Eva, no creo que Elena quiera que la ayudes. -Dijo Germán, y después se giró hacia Elena- Ese chico que se hace llamar tu novio no os merece a ninguna de las dos. Porque seguro que es un cobarde- Dijo la última frase levantando un poco mas la voz. En ese momento un chico se levantó, era Santiago.
-¡Eso no es verdad! Usted no me conoce así que no tiene derecho a juzgarme.- Le dijo a Germán.
-Santiago, puede que tengas razón en eso, pero tu no mereces a ninguna de las dos.- Me giré hacia las chicas- Vosotras dos no volváis a hacer eso nunca más ¿Entendido?-Asintieron con la cabeza.- Esta bien volved a vuestros sitios.

Después hablamos sobre el viaje de estudios, debíamos decidir a donde iríamos. Además este era el año en el que se viajaba al extranjero. 


---Después de clases---

Lo único que quería era huir para no tener que aguantar a Germán. ¿Pero quien se creía que era? El ya no era nadie para mí, así que ahora no podía volver a entrar como si no me hubiese utilizado, como si me quisiese de nuevo...


---Un año atrás---
-Eva tenemos que hablar- dijo Germán
-¿Si? ¿Que pasa?- pregunte mientras le sonreía como una tonta. 
-Me he enamorado de otra chica así que nosotros tenemos que cortar.
-¿¡Que!? ¿De quien?
-Es de mi clase de la universidad, es muy divertida, y además me siento más cómodo a su lado que estando contigo.

En ese momento me levanté de la silla del café y salí corriendo mientras que recordaba una de mis canciones favoritas, pero que a la vez era muy triste. Hasta ese momento nunca había sentido su significado real. 





domingo, 26 de febrero de 2012

Capítulo 1

Llego a mi casa casi sin aliento. ¿Que era eso que acababa de ver? ¿Como podía creer lo que mis ojos me habían mostrado? ¡No, imposible! Solo han sido imaginaciones mías. Siempre me han dicho que tengo una gran imaginación, así que solo puedo pensar en que esas imágenes de hace escasos minutos son solamente creaciones de mi mente y no son verdad. 
Me meto en mi cuarto sin hacer ruido y me pongo los auriculares. Necesito calmarme escuchando algo de mi música "rara" según mis amigas. 


Me quedo dormida mientras escucho esta canción que tanto me gusta y me hace olvidar.
---A la mañana siguiente---
Me despierto de un fantástico sueño, solo para acordarme de lo que me ocurrió la noche anterior:

Cuando volvía de dar clases particulares de Matemáticas a mi sobrina me metí por un callejón, para acortar camino y entonces sin darme cuenta me encontré con una pelea callejera. Evité pasar por su lado, pero me dio mala espina que de repente se callaran así que miré de reojo y vi sangre por la acera. Me quedé paralizada de inmediato sin voz. Entonces escuché pasos que se aproximaban cada vez más así que eché a correr.
No me detuve hasta llegar a un lugar bastante transitado. Fue en ese momento cuando por fin me decidí a mirar hacia atrás y vi como unos ojos de color rojo intenso me miraban atentamente. Desvié la mirada y llegue pronto a casa.

Seguía pensando que esto no tenia ningún sentido. ¿Ojos color rojo intenso? Mi imaginación podía ser una desventaja algunas veces. 
Mire la hora en mi reloj, eran las las siete y media de la mañana. Si no me daba prisa no llegaría a tiempo a las clases del instituto-colegio.  
---A las ocho y cuarto--- 

-Hola chicos, ¿como estáis?- Pregunté a mi tutoría puesto que todos los días me tocaba con ellos a primera hora.
-Buenos días- Dijeron medio dormidos todos, que era lo normal en un lunes a primera hora. 
-Así que estáis deseando que corrijamos esas actividades super-difíciles que mande ayer ¿Verdad?
-No realmente- Dijo un chico bajito para que no lo escuchase.
-Si seño,  porque yo aun no me entero como se hacen  estas ecuaciones. 
-Vale, pues sacad las actividades que me pase a verlas. 

La mañana transcurrió normal como siempre, mas o menos. A cuarta hora me dijeron que al día siguiente vendrían los profesores de practicas. Y a quinta hora unos alumnos me convencieron para que les cambiase un examen que tenían fijado para el miércoles a la semana siguiente porque aun no les salían bien los productos notables. 

A la salida del instituto me enteré por unos alumnos que estaban cuchicheando que habría una pelea en cuanto los profesores se fueran. 

¡Eso no puede ser! ¡No pienso permitir que mis alumnos se pelen! ¡Los voy a detener!

Me dirija hacia una calle cerca de la escuela a esperar a que todos mis compañeros se fueran e intentar que no hubiera ninguna pelea. A decir verdad solo llevaba dos meses como una profesora de matemáticas desde que me saqué el título, y nunca había intentado detener una pelea. 
Poco después de que todos mis compañeros de trabajo se fueran se formó un corro en la puerta del instituto. 
Me dirigí hacia el corro y vi que las que estaban en el centro eran dos chicas de 2 de la ESO. ¡Y justamente de mi tutoría!

-¡Vosotras dos! ¿Pero que creéis que estáis haciendo?- les dije a las dos chicas.

Me miraron sorprendidas, pero después me ignoraron. 

-¡Os estoy hablando así que por lo menos miradme!- Una de las cosas que mas odiaba en el mundo era que me ignorasen.
-Seño, dejanos en paz ¿Vale? Que tenemos unos asuntos que resolver.-Dijo una de las chicas.
-¡Eso!-Respondieron a coro los de detrás. 
-Vosotros chicos deberíais iros si no queréis que llame a vuestros padres por estar implicados en esto.

Todos se miraron entre sí, algunos lo reconsideraron y se fueron, pero otros se enfadaron e intentaron que me fuera por las malas. 
Me empujaron y caí al suelo, pero una mano a la que consideré amiga me ayudó a levantarme. Esa mano pertenecía a un hombre de unos 22 años mas o menos como yo, que fue el que evito la pelea y mandó a todos los alumnos a sus casas. 

-Gracias.- Le dije en cuanto todos los chicos se fueron. 
-Deberías saber que tu sola no podrías contra ellos. Que mujer mas imprudente eres. 

No me apetecía que ese tío al que acababa de conocer me diese consejos, ni me dijese como debía actuar. ¡Como si tuviera tiempo para sus ordenes! asi que lo ignoré. Y eché a caminar hacia mi casa. 
Parece ser que ese tío no insistió y me dejó. Podía pensar como quisiera, y hacer lo que quisiera. Pero... ¡No tenia derecho a criticar mis acciones! ¡Y sino que no me hubiera ayudado! 

---Al dia siguiente a las ocho---

El profesor de practicas al que dejarían a mi cargo llegaba tarde. ¿Como podía llegar una persona tarde su primer día? Aun recuerdo mi primer día de practicas...

El día anterior a empezar mis practicas estaba tan nerviosa que no pude dormir, y me tropecé muchas veces en clase. Pero estaba tan feliz de haber alcanzado mi sueño de ser profesora de matemáticas que no me importó que los alumnos se rieran de mi durante la primera hora (aunque después les puse deberes extra por haberlo hecho). 

-Eva... ¡Eva!- Me llamó Jose Luis, el profesor de Naturales y actual jefe de estudios de secundaria. 
-¿Eh? ¿Si?- Respondí medio atontada.
-Te estaba diciendo que este será el profesor de prácticas que estará a tu cargo. Su nombre es Germán. 
-¡Ah! ¡Claro!- Agaché la cabeza hacia Germán- Hola.-Después lo miré por primera vez desde hacía mucho tiempo. Era el.
En cuanto me encontré con sus ojos un montón de recuerdo asaltaron mi mente. Todos iban acompañados de una canción que expresaba exactamente cuales eran mis sentimientos en cada recuerdo. 


PD: Este es mi primer capítulo, y espero que os haya gustado. ¿Quien será ese misterioso chico llamado Germán? La última canción es parte de uno de los recuerdos de Eva. ¡¡¡Plis comenten y díganme que les pareció el capítulo!!!





lunes, 20 de febrero de 2012

Capítulo 2

Estábamos llegando ya a las afueras del pueblo cuando el coche se detuvo. Ya hemos llegado, me dijo ella. Me quedé quieta en mi sitio. Sin reaccionar. Otra vez dudas. Otra vez nervios. Nuevamente preguntas en mi cabeza. -Pequeña, ya hemos llegado, ahora debes de salir y conocer a tu nueva familia.
Esta vez su voz era más dulce, más comprensiva, como la voz de una madre.
Finalmente me decidí a salir. Ya era hora de afrontarlo todo. Había estado mucho tiempo soñando con que llegara este momento y ya había llegado la hora.
Abrí la puerta y deslicé mis pies hacia el suelo. Más nervios. Cerré la puerta suavemente y me dirigí hacia la dirección donde se encontraba mi acompañante.
-Ten, aquí tienes tus cosas. No te preocupes, todo va a ir bien, ahora sígueme.
Empezamos a caminar. Ella delante de mí y yo detrás. Llegamos a una casita con el número 18, blanca, como todas las demás.
-Ya hemos llegado, esta es tu casa, ¿Preparada?
-Sí.
Mi voz sonó decidida, pero en realidad, no estaba segura en absoluto. Ella llamó a la puerta. Fueron tres golpes secos. Después de eso, silencio. Al poco tiempo se abrió la puerta, y tras ella apareció una mujer no muy alta, delgada. Tenía un pelo negro precioso, largo y liso, que enmarcaba su cara. Sus ojos eran azules. Y su piel muy blanca. Una piel tan blanca que no se olvida. Su rostro mostraba una expresión dulce, en el que se dibujó una sonrisa. Una sonrisa muy bonita, realmente esa mujer parecía que se alegraba de verme. Me abrazó y me dio un beso en la frente. Me indicó que pasara dentro mientras ella hablaba con la mujer que me había traído. Atravesé el pasillo hasta llegar a una salita que parecía ser el salón. Era una habitación muy luminosa, con grandes ventanales que dejaban que entrara la luz. No había duda de que lo que me había dicho mi acompañante era cierto: mi familia estaba compuesta por músicos. Mis ojos se posaron entonces en el terciopelo rojo de un piano vertical. En el pupitre se encontraba un cuaderno garabateado de notas. Viendo que no había nadie decidí echarle un vistazo. No entendía nada. Volví a dejar el cuaderno en el pupitre y levanté la vista hacia la pared. Esta estaba llena de marcos, donde había fotografías en blanco y negro donde aparecía la misma mujer que me había recibido en la entrada acompañada de un hombre. En esas fotos se sonreían, se miraban cómplices, no había duda de que ese hombre que aparecía junto a ella era su marido y también mi padre. En otra de las paredes había una gran estantería llena de libros. Y en el centro de la sala una alfombra sobre la que descansaba una mesita de cristal, y alrededor de esta, dos sillones.
Me quedé fascinada con aquella salita. ¡Me resultaba un lugar tan curioso! No podía dejar de mirar todo lo que me rodeaba. Estaba tan fascinada observando todos los objetos de aquella habitación que no me dí cuenta de que mi madre estaba apoyada en el marco de la puerta, observándome fijamente.
-Hola pequeña, soy Margarita, tu nueva mamá. ¿Te gusta nuestro salón?
Al oír su nombre me sobresalté.
-Sí, para mi es tan curioso todo…
-Me alegro que te guste, y bueno, ¿Te gustaría ver tu nueva habitación?
-Claro,
Me moría de ganas de ver mi habitación. Al ver el salón, no sabía que podía esperar sobre mi nuevo cuarto. Todo lo que había visto era tan curioso que ya no sabía con que podía encontrarme. Ella me sonrió nuevamente. Con un gesto me indicó que la siguiera. No titubeé. Sus modales, sus palabras, todo su aspecto me hacían tener confianza y, además, sentía que no debía tener miedo. Atravesamos un largo pasillo, lleno de puertas y grandes ventanas. Llegamos al final y me dijo:
-Ahora tienes un ratito para explorarla y asearte. En el armario tienes toda la ropa que puedas necesitar. La cena es a las nueve. Recuerda: no llegues tarde.
Acto seguido me dio un beso en la frente y se despidió de mi con una sonrisa. Después de eso, la ví desaparecer por el pasillo. Sí, definitivamente me gustaba mi nueva madre.
Giré el pomo de la puerta y me decidí a entrar. Me sorprendí, ¡aquella habitación era enorme! Lo primero que llamó mi atención fue el enorme espejo que recubría entero uno de los lados de la habitación. Era como esos que sueles encontrar en las salas de ballet. Donde las bailarinas se reflejan mientras ejecutan su danza. Las paredes eran de color blanco y en ellas había dibujada una enorme partitura de música, donde estaban escritas las notas repetidas de alguna partitura. Al igual que en el salón también había colgados muchos marcos en la pared, solo que a diferencia de la otra habitación en ellas no había fotos. A excepción de uno, donde se encontraba una fotografía de mis dos padres. Miraban hacia el frente, sonriendo.
Había un escritorio en el que descansaba una pequeña lamparita, y al lado de esta una carta que estaba a mi nombre. Decidí abrirla. Con cuidado abrí el sobre y saqué de ella un papelito de color violeta. Desdoblé la nota y me apresuré a leerla:

Querida Victoria:
Bienvenida a tu nuevo hogar. David y yo nos alegramos mucho de tenerte aquí con nosotros. Si estas leyendo esta carta es porque ya estas en tu nueva habitación. Esperamos que te guste. David y yo la hemos decorado para ti. Conforme vayas descubriendo los rincones de tu habitación irás encontrando diferentes sorpresas e irás sabiendo un poquito más sobre mi y tu padre. Nos vemos en la cena.
Te quieren: David y Margarita.
Volví a doblar carta. Aquella nota realmente me había hecho sentir mucha curiosidad. Seguí mirando la habitación. Junto al escritorio había un atril, de esos que los músicos usan para mantener en pie las partituras. En él había otra nota. La abrí:
Ya has encontrado otra nota, enhorabuena.
Como ya has visto, esta nota se encontraba en un atril, ¿Sabes para que sirve?
Seguro que estas en lo cierto. Un atril sirve para sostener partituras. Pero de que sirve una partitura si no tienes un instrumento…
Cerré la carta. Volví a pensar en las líneas que acababa de leer: ``De que sirve una partitura si no tienes un instrumento…´´ No lo entendía. No sabía que querían decirme con eso. Seguí mirando. Esta vez centré mi vista sobre la cama. Era enorme, al igual que el resto de la habitación. Era como esas que aparecen en los cuentos, donde las princesas van a descansar todas las noches. Sabanas grises y violetas. Sobre ella, muchas almohadas, peluches… y una cosa más: otra carta. La abrí y empecé a leer.
Aquí es el lugar donde podrás descansar. Donde pasarás algunos de los momentos más dulces. Donde soñarás, donde pensarás y donde incluso crearás grandes cosas. Mira debajo de tus almohadas, encontrarás algo para ti.
Cerré la carta y como de si un acto reflejo se tratara aparté todas las almohadas. Encontré una carta junto a un pequeño paquete envuelto en papel de regalo. Decidí primero desenvolver el regalo del que anteriormente mis padres me habían hablado mediante una de las cartas. Retiré el papel con cuidado. ¡No podía creerlo! ¡Un mp4 de color violeta! Jamás había tenido algo así en mis manos, y ahora de repente, ¡mis nuevos padres me regalaban uno! Nunca antes me había sentido tan agradecida. Llevaba apenas tan solo una hora en mi casa y en ese poco tiempo había sido más feliz que en todos estos meses atrás.
Emocionada, cogí el sobre y saqué la nueva carta. Empecé a leer.
Querida Victoria,
David y yo esperamos que te guste nuestro nuevo regalo. No nos lo agradezcas. Es tan solo para ti, para que siempre en tu cabeza suene una canción. Para que siempre haya música en ti, pero, ¿Te conformas tan solo con escucharla?
Volví a doblar la nota. Después de leer las últimas líneas que me habían dedicado mis padres, en mi cabeza empezó a formularse una nueva idea. ¿Sería posible que en un futuro yo llegara a tocar un instrumento?